Cuando renuncias sin darte cuenta

Elena Saiz es una de nuestras Socias Yo No Renuncio y hoy quiere contar su historia de renuncia, una renuncia que comienza con una excedencia ‘elegida’, años después se dará cuenta de que había renunciado antes de lo que pensaba.

La historia de Elena

Yo renuncié sin darme cuenta, pero no renuncié cuando firmé el finiquito, cuatro meses después
de ser madre, contenta, inconsciente, pensando que era la vía para cogerme una deseada excedencia
con la que pasar más tiempo con mi bebé, en la que poder replantearme cómo volver a un mundo
mayoritariamente de hombres en el que creí haberme hecho un hueco a fuerza de echar más horas
que ninguno de mis compañeros, más horas que el reloj, sin ser consciente ni siquiera de que lo hacía
para demostrar que existía una igualdad en la que yo entonces creía fehacientemente.

Yo renuncié el día que mi jefe “bromeó” con echarme anticonceptivos al café en el almuerzo
por si a mi se me ocurría quedarme embarazada. No fui capaz de reírle la gracia, me quedé paralizada,
pero no se notó, porque estábamos todos muy contentos felicitando a un compañero por su reciente
paternidad, y a otro por la suya futura que acababa de anunciar, y esa broma fue un susurro al oído que
me bloqueó. Ese día aún faltaba casi un año para retirar medios y quedarme embarazada, pero muchos
años después comprendí que ese fue el día en el que renuncié.
Ese fue el día en el que, aún sin ver lo
que ocurría, se me cayó la venda de la igualdad y la conciliación.

Trabajaba en una multinacional, y adoraba mi trabajo. Era feliz porque algún golpe de suerte me
colocó en el lugar donde yo quería estar, donde hubiese querido volver, y además sentía que en mi
relación de pareja existía equilibrio económico y corresponsabilidad. Pero tenía un contrato de servicio
y obra, y me vendieron el finiquito como una oportunidad para prolongar mi baja por maternidad. La
crisis en el sector justificaba, ocho meses después, cuando mi buenahija tenía un año y yo estaba lista para volver, que no me pudiesen contratar de nuevo, y no lo dudo.
Para mi fue una liberación que no entendía, me sentía libre para explorar otros caminos. No pensé que me perdería en esos caminos,
pero que también encontraría respuestas, aunque no hayan sido las que esperaba.

Sigo perdida, y aunque miro a mi alrededor y me siento afortunada, yo no renuncio a seguir
buscando el camino que nos lleve a una igualdad real, a que verdaderamente exista la conciliación. No
renuncio a que mi entorno entienda que conciliar no es sólo cosa de madres, ni siquiera de padres. Conciliar es cosa de hijos, de hermanas, de personas. Porque la vida no sólo es producción. Porque
vivimos en una sociedad que sólo valora lo productivo. Y la vida va más de cuidar que de producir. La
vida va de cuidarnos a nosotros mismos, de cuidar a nuestras parejas, a nuestras amistades, a nuestras familias, a nuestros mayores, a los bebes, a los sanos, a los enfermos, a los discapacitados, a los adolescentes…

La vida va de cuidarnos todos, y para eso hace falta tiempo, y recursos. Y sí, claro que
para eso hay que producir, pero hay muchas formas de producir, y de distribuir los recursos. De hecho,
cada época en la historia ha tenido una forma diferente de hacerlo. Ahora vivimos en una nueva era, la
tecnológica, que nos lo está poniendo todo patas arriba, cambiando nuestra forma de vivir y
relacionarnos. Creo que igual que con la llegada de la industria hubo una revolución que cambió muchas
cosas, ciertamente, ha llegado la hora de la revolución tecnológica, y para hacerla debemos sumarnos
a liderazgos que pongan en el foco a las personas y a los cuidados, por eso soy socia de YONORENUNCIO y estoy en la retaguardia esperando instrucciones.

GRACIAS por este espacio de visibilidad.

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