«Necesitamos unirnos para que los cuidados y la conciliación real se coloquen en el centro de muchas de las políticas sobre la familia»

Crecí con el deseo de ser madre y con la idea de volver a trabajar tan pronto se terminara la baja de maternidad. Sin embargo, cuando fui madre algo muy grande cambió dentro de mí y no hice nada de lo que pensaba hacer. La maternidad me dio la vuelta como un calcetín.

Alargué mi baja de maternidad tanto como pude y me reincorporé a mi puesto laboral con reducción, pero ya no me sentía a gusto donde antes sí. Parecía que el trabajo de mi entonces marido fuera más importante que el mío y tenía que hacer malabares para poder atender las necesidades de cuidado de nuestro hijo y mi trabajo.

Tuve la suerte de contar con el apoyo de mi madre y eso lo hizo menos difícil, pues entre otras muchas cosas ella hacía el esfuerzo de llevarme al pequeño al trabajo para que yo pudiera darle el pecho. Claro que tuve que aguantar comentarios como el de mi jefe cuando me dijo: “A ti lo que te pasa es que te gusta mucho enseñar las tetas”. La incomprensión de mi entorno laboral, la falta de facilidades y tener que hacer malabares para cuidar a mi hijo fueron determinantes para decidir dejar aquel trabajo.

Eso nos llevó como familia a vivir una situación muy precaria económicamente, pero entonces sentía que estaba donde quería estar. Claro que cuando quise estudiar para incorporarme de nuevo al ámbito laboral después de mi segundo hijo, necesitaba estudiar pero no tenía dinero. En aquella época había meses que al final de mes no teníamos ni para comprar el pan y los tapers de mi madre nos sacaron de más de un apuro.

Un nuevo trabajo pero alejado de la conciliación

Para volver a estudiar hice un crowfounding y gracias a la solidaridad de muchísimas personas pude hacer un máster en educación emocional que fue el que me abrió las puertas a la reinserción laboral.

Fue así como logré volver a trabajar. En aquel entonces mi prioridad era la conciliación y así lo manifesté desde el primer momento. Por ello me prometieron al firmar el contrato, que trabajar varias tardes a la semana sería solo algo coyuntural y que en menos de 6 meses estaría trabajando una única tarde.

Aquello se alargó los años que estuve allí y esa única tarde nunca llegó. Lo que se convirtió en un problema para mí cuando me separé del padre de mis hijos, pues eso suponía que cuando mis pequeños estaban el fin de semana con su padre yo solo podía estar con ellos dos tardes a la semana. Dos tardes de 7 días que tiene una semana.

Aquello para mí era tremendamente doloroso y aunque pedí de forma reiterada que cumplieran lo acordado, no servía de nada.

Un proyecto propio para poder conciliar

Durante el confinamiento comencé a desarrollar un Plan B, mi propio proyecto, para algún día dedicarme a este al 100% y así conciliar a la medida de mi familia. Pero disfruté tanto pudiendo estar con mis hijos, que cuando terminó el confinamiento decidí dejar aquel trabajo y arriesgarme a emprender mi propio proyecto. 

Fue un salto al vacío porque no contaba con ahorros que sustentaran aquella decisión, pero el dolor por no poder estar con mis hijos como yo deseaba, era mayor que el miedo a que aquello no saliera bien.

Ahora que tengo una gran estabilidad en todas las áreas de mi vida miro atrás y veo lo arriesgada que fue aquella decisión, sobre todo porque había meses que no sabíamos si llegaríamos a final de mes. Al final siempre llegábamos pero a costa de pasar mucho miedo y preguntarme mil veces si no me habría equivocado.

Hoy sé que no fue un error, que fue la mejor decisión, pero también soy consciente de la injusticia de tener que vivir tantísima precariedad solo por no querer renunciar a los cuidados.

Quise volver a ser madre pero decidí finalmente que no lo haría porque no quiero renunciar a mi carrera profesional, no quiero que esta se vea afectada de nuevo.

Me gusta muchísimo ser madre y quiero disfrutar mi maternidad y también de mi carrera profesional. Ahora he encontrado el equilibrio, pero ha sido después de muchísima lucha y de pasar mucho miedo preguntándome en muchos momentos de mi vida si llegaría a final de mes.

Cuando he entendido que lo mío no fue una elección como creí durante mucho tiempo, sino una renuncia, no dudé en asociarme a ‘Yo no renuncio, pues necesitamos unirnos para que los cuidados y la conciliación real se coloquen en el centro de muchas de las políticas sobre la familia.

Y vosotras, ¿habéis vivido una experiencia como la de Rocío? Te esperamos en los comentarios.

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